La perrita, la lechuza y la diferencia entre dos países
Marzo 01 de 2011
Dos episodios ocurridos en las últimas semanas que implican crueldad contra los animales, han dejado al descubierto las dos posiciones radicalmente diferentes que existen en Colombia en materia ambiental y de protección de los animales.
La perrita sacrificada salvajemente por un policía hace algunos días, así como la patada que un jugador de fútbol le dio a una lechuza que cayó al campo de juego en un partido de fútbol profesional y que a la postre le ocasionó la muerte, denotan la existencia de dos sociedades diametralmente opuestas frente al tema. Casi que se podría hablar de dos países distintos, opuestos entre sí.
El primero, lamentablemente, conformado por quienes aún se comportan cual trogloditas, con el absoluto convencimiento de que están en todo su derecho no solo de tratar a otras especies con brutalidad y salvajismo, sino con la convicción de que la naturaleza fue creada para devastarla para comodidad de los hombres.
Y el segundo país, que afortunadamente lo conforma la gran mayoría y que además crece todos los días gracias a la educación, la enseñanza y la sensibilidad, es el que se escandaliza. El que hace que hechos como los anotados no solo se vuelvan titulares de primera página, sino que se indigna y está dispuesto a censurar e increpar públicamente a quienes insisten en ese tipo de conducta.
Conducta cuya diferencia radica en que se continúe inculcando a niños, jóvenes, adultos y viejos la compasión y el afecto por los animales así como el respeto por el medio ambiente.
Y sí, puede sonar a argumento manido, pero de continuar este país con el ritmo de devastación de la naturaleza alcanzado en los últimos años, no solo dejará de ser una de las naciones más ricas en materia ambiental en el mundo, sino que de insistir en extinguir especies, arrasar con bosques y selvas, contaminar ríos y corromper regiones enteras, las generaciones futuras se verán obligadas a vivir en un desierto lleno de basura y a conocer lo que alguna vez fue un país bendecido por la naturaleza, solamente por medio de fotografías.
La perrita sacrificada salvajemente por un policía hace algunos días, así como la patada que un jugador de fútbol le dio a una lechuza que cayó al campo de juego en un partido de fútbol profesional y que a la postre le ocasionó la muerte, denotan la existencia de dos sociedades diametralmente opuestas frente al tema. Casi que se podría hablar de dos países distintos, opuestos entre sí.
El primero, lamentablemente, conformado por quienes aún se comportan cual trogloditas, con el absoluto convencimiento de que están en todo su derecho no solo de tratar a otras especies con brutalidad y salvajismo, sino con la convicción de que la naturaleza fue creada para devastarla para comodidad de los hombres.
Y el segundo país, que afortunadamente lo conforma la gran mayoría y que además crece todos los días gracias a la educación, la enseñanza y la sensibilidad, es el que se escandaliza. El que hace que hechos como los anotados no solo se vuelvan titulares de primera página, sino que se indigna y está dispuesto a censurar e increpar públicamente a quienes insisten en ese tipo de conducta.
Conducta cuya diferencia radica en que se continúe inculcando a niños, jóvenes, adultos y viejos la compasión y el afecto por los animales así como el respeto por el medio ambiente.
Y sí, puede sonar a argumento manido, pero de continuar este país con el ritmo de devastación de la naturaleza alcanzado en los últimos años, no solo dejará de ser una de las naciones más ricas en materia ambiental en el mundo, sino que de insistir en extinguir especies, arrasar con bosques y selvas, contaminar ríos y corromper regiones enteras, las generaciones futuras se verán obligadas a vivir en un desierto lleno de basura y a conocer lo que alguna vez fue un país bendecido por la naturaleza, solamente por medio de fotografías.
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