Bogotá D.C., nov. 22 de 2011 - Agencia de Noticias UN-
La utilización indebida del poder y la arrogancia son algunas de las
causas que llevan a que los ríos de la Sabana, entre ellos el Bogotá, se
desborden de su cauce natural y generen inundaciones.
En cuanto al primer caso, dijo Gerardo
Ardila, director del Instituto de Estudios Urbanos (IEU) de la
Universidad Nacional de Colombia, la utilización indebida del poder es
para favorecer intereses privados por encima del interés colectivo y el
bien público. “El caso más visible tiene que ver con el río Frío en
Chía, donde hace cerca de 10 años el profesor Thomas Van Der Hammen y yo
discutimos con los constructores lo referente a las urbanizaciones que
estaban haciendo sobre sus linderos y los prevenimos acerca de lo que
podría pasar; sin embargo, a ellos les pareció muy costoso no realizar
el negocio y esos terrenos se inundaron”, indicó.
La arrogancia, según el especialista, se genera
al pensar que mediante obras de ingeniería se puede domesticar a la
naturaleza y que con hacer unos jarillones más altos y encerrarlos entre
rejas, el río se va sentir prisionero y no se va a desbordar, como se
ha hecho en las inmediaciones de la Universidad de La Sabana.
“El río no entiende eso y se ha salido varias
veces de su curso. El afluente en esa zona se convirtió en una especie
de jeringa que al ser encerrado sale con mucha fuerza y rompe lo que
encuentra, por eso no solo se ven afectados los predios de esta
universidad sino los del club Guaymaral, donde se cambió el curso de la
vertiente para hacer una cancha de golf”, advirtió.
Para el profesor, otro hecho influyente es que
se ha concebido al río como un problema o como un obstáculo y no se ha
entendido que este es un sistema que genera vida. Lo que se está
haciendo permanentemente es tratar de encañonarlo, de meterlo dentro de
un tubo, de cerrarlo, de ponerle jarillones altísimos, como en el caso
del puente de la virgen entre Cota y Suba.
“Eso nos llevó a convertir el río San Francisco
en la Avenida Jiménez (centro de Bogotá) que pasa por encima, lo
convertimos en un tubo y lo matamos. Pasan los años y no aprendemos, no
vemos la importancia de mantener los ríos como sistemas vivos y como
sistemas fundamentales para la existencia de la vida humana, sino lo que
pretendemos es secarlos y desaparecerlos. Si fuera por nuestros
dirigentes y por nuestra élite, la idea fundamental sería que el río
Bogotá no existiera más, porque huele mal, está contaminado y en lugar
de hacer acciones para recuperarlo hacemos acciones para esconderlo”,
enfatizó Ardila.
La idea de que esta ha sido la época con las
mayores inundaciones en la historia de la Sabana no es cierta. De
acuerdo con las investigaciones de Ardila, la Sabana de Bogotá fue un
gran lago que se secó hace 30 mil años y que dejó un paisaje sucesivo,
lleno de pantanos, de chucuas, de humedales que aparecen en las
temporadas de lluvias y se retraen durante los periodos más secos.
En opinión del investigador, las personas que
habitan esta zona viven en un área pantanosa, abundante en agua, lo cual
es una ventaja en el mundo actual, y lo que se está haciendo es un
esfuerzo terrible para desecarla y librarla del agua.
Ardila recordó que los Muiscas eran llamados
por sus vecinos “la gente del agua”. Ellos desarrollaron una infinita
cantidad de sistemas mediante procesos de ingeniería hidráulica e
ingeniería de suelos para manejar y cosechar el líquido y aprovecharlo
de la mejor manera posible.
“Mostré unas fotografías aéreas de los años 60
sobre unas áreas de Bogotá donde se ve claramente un sistema de canales
que hicieron los Muiscas y que les permitía optimizar el recurso
eludiendo los impactos de las inundaciones, que eran permanentes. Ello
indica que nuestros ancestros ya habían encontrado soluciones al
gravísimo problema que implica vivir dentro de un pantano”, aseguró.
De esta situación resultaron unos suelos de
excelente calidad, quizás de los mejores, no solo de Colombia sino del
mundo, en gran parte producto de la ingeniería de los antepasados, dijo.
Lo desastroso es que desde los años 60 se
inició un proceso bastante irracional de ocupación de áreas que no
debieron ser invadidas, con el único propósito de concretar negocios, y
no se pensó en las implicaciones de la ocupación de esas áreas. El río,
como sistema, tiene necesidad vital de los espacios que tradicionalmente
ha usado y tarde o temprano volverá a ellos, sentenció el profesor.
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