Un
nuevo factor clave en la pugna por la supremacía mundial está surgiendo
y avanza a toda marcha: acaparar las tierras fértiles del planeta.
Oportuna advertencia de un analista veterano, porque Colombia ya está en
la mira de multinacionales y países avanzados.
La lección que dio Europa
Por
si no lo recuerdan algunos lectores, les narro un episodio poco
conocido de la historia económica del siglo XX: ¿Cuál fue el origen de
la política agrícola común incorporada en el tratado de Maastricht?
Pues
ante la devastación producida por la segunda guerra mundial, el
gobierno de Estados Unidos se propuso rehabilitar la economía europea,
en especial el maltrecho sector agropecuario. Muchos dirán: – “¡Pero qué
generosidad la de los norteamericanos! Sin tener mayor responsabilidad
en la destrucción, se empeñan en reconstruir el vigor perdido de
Europa.”
Puede
que algo de lo anterior sea cierto, pero no es toda la verdad ni fue
ese el principal propósito de la intervención americana. Poniendo por
delante el espíritu mercantilista propio de los sobrinos del Tío Sam, y
ante el enorme potencial de enriquecimiento que significa el mercado
agrícola de Europa, adoptaron una estrategia que pronto dio sus frutos: ·
En primer lugar aceleraron el crecimiento de su propia producción
agropecuaria, mediante estímulos muy elevados: para decirlo en una
frase, se inventaron los subsidios que tantas y tan graves distorsiones
han ocasionado. · Por otra parte, ya puesto en marcha el sistema,
invadieron a Europa con sus exportaciones y las utilidades por supuesto
aumentaron de manera notable.
Ante
este hecho y la certeza de que la agricultura europea no tendría
ninguna posibilidad de competir, los europeos resolvieron ponerle cara a
los invasores utilizando las mismas armas –subsidios en montos
apreciables, barreras múltiples–. Así no dejarían escapar un sector
vital para el desarrollo de la Eurozona y lo más importante, no quedaban
sometidos como rehenes a los designios de los americanos.
En
síntesis, no fue precisamente la generosidad de Estados Unidos lo que
impulsó a la agricultura europea; fue la percepción clara de que se
quedarían con las manos vacías, si no hacían algo por su independencia.
Acaparamiento de tierras fértiles
Traje
a colación el episodio anterior, porque tengo la impresión de que el
acaparamiento de tierras en ciertas zonas del mundo es un nuevo modelo
de negocios para la competencia entre los poderosos –léase China, India,
Estados Unidos y las grandes compañías trasnacionales.
No obstante las críticas severas que ha recibido un informe
reciente del Banco Mundial, es indudable que sus hallazgos son
interesantes, pero feos. En efecto: desde la crisis alimentaria y
financiera de 2008 existe un "enorme" acaparamiento de tierras por todo
el mundo y no hay signos de que amaine. Al parecer, 46,6 millones de
hectáreas se encuentran comprometidas en el proceso: 21 por ciento ya
están en operación, más de la mitad están en desarrollo inicial y cerca
de 70 por ciento ya fue "aprobado".
En
2011, tras un par de años de relativa calma, los precios de los
alimentos han estado constantemente por encima de las cotizaciones de
2008, la fiebre de los cultivos sigue ardiendo y, según vaticinan los
expertos, no cambiarán la tendencia que traen.
Los
hallazgos del Banco Mundial corroboran lo que otros han sostenido.
Estos varios estudios concluyen que los inversionistas se aprovechan de
"condiciones de gobiernos débiles" y de la "ausencia de protección
legal" para las comunidades locales. Es decir, donde es frágil el
reconocimiento del gobierno nacional a los derechos de los pobladores,
las posibilidades de expulsión aumentan.
Además,
otra perla: los inversionistas no compensan -o lo hacen en montos
mínimos- a las comunidades afectadas en términos de empleos o
remuneraciones, por no aludir a su seguridad alimentaria. Muchas
inversiones, anota el Informe, no producen beneficios sustentables sino
que contribuyen a la pérdida de las propiedades, dejando a los nativos
en peor situación de la que ya tenían.
En
realidad, una gran parte del Informe es puro humo y espejos al hablar
del potencial para la producción agrícola y no de "una fiebre global de
tierras", como se le llamaba al principio. Lo cierto es que la carrera
internacional para explotar tierras fértiles amenaza el equilibrio en la
distribución del agua en las pocas regiones que cuentan con estos dos
factores de producción, y de contera estimula protestas de las
comunidades campesinas.
Innovación y explotación a escala planetaria
Una
visión prospectiva del asunto señalaría que la pugna por el acceso al
petróleo, al gas y a los minerales ha contribuido en forma significativa
y subterránea a plasmar el mundo moderno. En el siglo XXI se hace cada
vez más evidente que para comprender las relaciones internacionales,
habrá que añadir otro factor clave: el acceso a tierras fértiles.
El
crecimiento de la población mundial, la dieta más rica de millones de
seres humanos en países emergentes, los movimientos financieros y la
creciente cantidad de cultivos destinados a biocombustibles explican en
buena parte la consiguiente búsqueda de tierras. Más allá de su
dimensión económica-social, este empuje tiene implicaciones
geopolíticas.
Estamos
pues ante una innovación con claros indicios de explotación por parte
de empresas transnacionales y de gobiernos débiles o irresponsables.
Tengamos el ojo avizor para no caer en errores lamentables.
http://razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/2576-acaparamiento-de-tierras-fertiles-inuevo-modelo-de-negocios-en-el-mundo.html
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